CEREBRO Y MÚSICA –3 19/09/11
La complejidad de la adquisición del lenguaje escapa a menudo a nuestra atención, en tanto que se trata de una habilidad cotidiana desde nuestros primeros días de vida.
La habilidad musical, en cambio, mucho menos frecuente entre la población, nos parece de algún modo, una hazaña o logro por parte de quien la posee.
El lenguaje es el principal instrumento para la transmisión de conocimientos.
El hecho de que tenga su sede en el hemisferio izquierdo (HI) en casi todas las personas diestras, y en 2/3 de las zurdas, constituye una prueba casi incontrovertible de procesos subyacentes de origen genético.
Además, el procesamiento de esta modalidad comunicativa prácticamente exclusiva de la especie humana, involucra determinadas áreas o territorios corticales y siempre los mismos (hasta donde sabemos) en todas las personas, hablen el idioma que hablen.
Los modelos más recientes propuestos en torno al problema del procesamiento cortical del lenguaje datan de finales de la década de los 80 y primeros años de los 90 (MOLFESE, MOLFESE, & PARSONS, 1983; MESULAM, 1990; DAMASIO & DAMASIO, 1992; MAZOYER et al., 1993).
Evidentemente, no basta con explicar algunos problemas generales, sino que es preciso formular un modelo (aún inexistente) que dé cuenta de la fenomenología de los trastornos del lenguaje, de su rápida adquisición a edades tradicionalmente consideradas demasiado tempranas (p.e. aprendemos "demasiado de prisa" como para ignorar la existencia de mecanismos especializados que procesen estímulos específicos como los sonidos del habla), que explique el aprendizaje de varias lenguas sin dificultad a edades tempranas y con mucha dificultad a otras edades, etc. etc.
Actualmente se ha abandonado el concepto simplista de "dos centros conectados", uno involucrado en la producción (Broca) y otro en la comprensión (Wernicke), por el de formulaciones más modernas que consideran la circuitería lingüística en forma de "redes neurales distribuidas".
Gracias en un primer momento a los trabajos de Penfield, Ojemann, y Mateer (PENFIELD & PEROT, 1963; MATEER, 1983; MATEER & CAMERON, 1989; OJEMANN & WHITHAKER, 1978; OJEMANN & MATEER, 1979), se demostró que existían puntos en cada una de estas dos áreas que producían efectos lingüísticos que tradicionalmente estaban adscritos a otras.
Además de que estos nuevos modelos han establecido también la existencia de otras áreas corticales (como el área motora suplementaria) y de estructuras subcorticales (p.e., núcleo pulvinar del tálamo) implicadas en el procesamiento del lenguaje, sabemos hoy en día que las áreas auditivas (y en general todas las sensoriales primarias y bastantes de las secundarias) están "sub-especializadas", es decir, dentro de cada modalidad sensorial existen sub-áreas dedicadas a diferentes funciones u operaciones.
El pulvinar es uno de los núcleos del tálamo cerebral, y se divide en los subnúcleos oral, inferior, lateral y medio. |
El lenguaje nos permite preguntar, aprender, escribir, comunicarnos, en definitiva: "interpretar el mundo", y además hacer estas interpretaciones contrastables (o "falsables") con las interpretaciones de los demás.
En el caso de la música, se hallan ausentes muchas de estas consideraciones y los datos permanecen extremadamente no-organizados.
Si bien la última década del siglo que dejamos ha visto un renovado interés en tópicos relacionados con el procesamiento cerebral del fenómeno musical, no se han identificado en el hemisferio derecho (HD) áreas o sectores "musicales" diferenciados de las áreas auditivas secundarias (p.ej., partes del área de Wernicke en el HI), del mismo modo que existen áreas dedicadas invariablemente al procesamientolingüístico.
Estudios llevados a cabo por investigadores del Beth Israel Hospital de Boston, en cambio, han demostrado con técnicas de neuroimagen la existencia de asimetrías estructurales en el cerebro de algunos músicos: concretamente, de áreas de Wernicke mucho mayores en músicos que poseen oído absoluto (SCHLAUGH et al., 1995, 1996), una rara habilidad que supone una representación neural estable del tono (o frecuencia), y que permite a quien la posee identificar la altura absoluta de dicho sonido sin escuchar ningún otro de referencia.
Es decir, la evidencia apunta de nuevo (como en el caso del lenguaje) al HI en músicos expertos, lo cual había sido ya postulado por numerosos estudios de psicología experimental (llevados a cabo fundamentalmente durante las dos últimas décadas), en los que la predominancia para los estímulos musicales parecía "migrar" del HD en sujetos no-musicales (que perciben parámetros globales) al HI en el caso de individuos con formación musical (capaces de analizar y operar mentalmente con material musical).
En el próximo artículo:
“El papel de los hemisferios cerebrales en música”.
Hasta entonces.
Gracias por leernos.
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